"Nunca le perdoné a mi hermano gemelo que me abandonara durante siete minutos en la barriga de mamá, y me dejara allí, solo, aterrorizado en la oscuridad, flotando como un astronauta en aquel líquido viscoso, y oyendo al otro lado cómo a él se lo comían a besos.
Fueron los siete minutos más largos de mi vida, y lo que a la postre determinarían que mi hermano fuera el primogénito y el favorito de mamá.
Desde entonces salía antes que Pablo de todos los sitios: de la habitación, de casa, del colegio, de misa, del cine... aunque ello me costara el final de la película..."
Un día vi que eso de tener un hermano gemelo no era tan malo después de todo…..Con el tiempo aprendí, sin olvidar mi propósito de darle un escarmiento por abandonarme durante los 7 minutos más largos de mi vida, a beneficiarme de la situación ¿Cómo? Muy sencillo: aprovechando nuestra semejante apariencia, poniendo cuidado a los detalles que me pudiesen descubrir, y haciéndome pasar por él en situaciones que me metían en líos o que me ponían en un aprieto, la mayoría de ellas provocadas por mí a propósito para que culpasen a mí hermano.
Esta idea funcionó a la perfección durante unos meses, hasta que realmente me metí en un lio que al principio, y a mi parecer, no era tan grave como realmente me hicieron ver más tarde los acontecimientos.
Metí a mi hermano en lo que podríamos llamar un marrón de los grandes. Se jugaba su plaza en el colegio y su cabeza si mi madre se entraba de lo ocurrido. Fue entonces cuando decidí descubrirme. La bronca y el castigo me lo lleve yo, y mi madre me dejo conservar la cabeza a cambio de un largo periodo de arresto domiciliario y un cambio de look para que fuera de casa fuese imposible volver a confundirnos.
Ya ha pasado tiempo después de todo aquello y, poco a poco, me fui dando cuenta de que eso de los siete minutos no fue tan importante….creo que hay una frase por ahí que dice: “los últimos serán los primeros”, asique intento recordarla cada vez que se me vienen a la cabeza disparates semejantes.